¡ALELUYA! ¡El Señor ha resucitado! La Vigilia Pascual se desarrolló en el Monasterio con toda la solemnidad posible, como en años anteriores. La bendición del fuego, la proclamación de las nueve lecturas, la liturgia bautismal, la liturgia eucarística se desarrollaron con un fervor y devoción que hicieron al celebrante agradecer emocionado al pueblo su ejemplo de fe e invitarles a construir la civilización del amor. “Qué diferente sería Venezuela, si fuera como la vivimos aquí esta noche…”.
En su homilía, siguiendo la temática que ha resaltado en estos días de la Semana Santa, el Padre insistió en la importancia de la familia. Recordó que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y que Él, como lo indica la Primera Lectura del Génesis, todo lo hizo bueno, y por lo tanto estamos llamados a mostrar esa imagen y semejanza. Insistió además en el hecho de que la verdadera belleza de nuestras Iglesias son los fieles bautizados y que de nada sirven los adornos y los ramos si no hay corazones fieles, si los bautizados no llenan las Iglesias. Instó a dar testimonio del Resucitado siendo ejemplo de amor en el hogar y en la familia, amor de padre, amor de madre, amor de hijos y amor de hermanos… En fin, familias cristianas, familias santas…
Se mostró emocionado ante la atención con que los fieles siguieron el desarrollo de la ceremonia y agradeció la colaboración de los mismos con los gastos que acarrean las flores y decoraciones propias de estos días así como los detalles que los fieles han tenido y tienen con la Comunidad.
Nosotras por nuestra parte, después de haber vivido con gozo esta celebración compartimos en la intimidad del claustro la Cena pascual en un ambiente festivo y de santa alegría como lo quería la Santa Madre y lo enseñó la Sierva de Dios Madre Lucía del Niño Jesús y de la Santa Faz que vibraba con estas fiestas pascuales.
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