En este día de Viernes Santo, día por excelencia de silencio y de oración, la ceremonia litúrgica se ha distinguido por su sobriedad. Tras la proclamación de la Palabra de Dios y luego de la Oración Universal, los fieles procedieron a la Adoración de la Santa Cruz mientras las religiosas cantaban el “Popule Meus” de José Ángel Lamas, joya de nuestra música sacra. Éstas también adoraron la Santa Cruz: descalzas y de rodillas como lo establece el Ceremonial de la Orden. Pocas horas antes habían hecho su refección en Comunidad tomando únicamente pan y agua y sentadas en el piso como es costumbre en el Carmelo. Todos estos gestos quieren significar la humildad y la entrega de corazones generosos que buscan consolar al Crucificado en sus horas de mayor dolor. Después de haber pasado toda la noche y todo el día acompañando silenciosamente a Jesús en el Monumento, la soledad viene a unirse al silencio para ir preparando al corazón creyente de la Carmelita al acontecimiento glorioso de la Resurrección de Cristo. La oración y el recogimiento propio de estos días buscan ser bálsamo para el Corazón Divino… La jornada se culminará con el rezo del Santo Viacrucis.
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